En la nueva obra de Diego Arboleda y su fiel ilustrador Raúl Sagospe,
la primera responsabilidad de la joven institutriz francesa Eugéne
Chignon es evitar a toda costa que una niña llamada Alice sepa que la
verdadera Alice Liddel, de 83 años, la auténtica Alice que inspiró a
Lewis Carroll para el personaje de Alicia, se encuentra en su ciudad por
invitación de la Universidad de Columbia. Los padres temen que la
irrefrenable pasión de la niña, que se viste y peina como el personaje, y
busca al conejo blanco en el jardín de casa, estropee el homenaje que
el Comité de Excelencia de Eventos de la universidad prepara con la
anciana como protagonista.
A partir de este momento, la historia irá avanzando a través de una
serie de situaciones divertidas, curiosas y en las que reinan las
coincidencias y el sinsentido. Personajes disparatados, como salidos de
un cuento del propio Lewis Carroll, se cruzan en la tarea de esta joven
institutriz cuya principal característica, además de su cabellera
pelirroja y su alegre sonrisa es, parafraseando a Arboleda, su
irrefrenable capacidad para provocar desastres. Allá donde va, Eugéne
Chignon tropieza, empuja a otros, obstaculiza, choca, cae y deja caer
todo lo que toca. Sin duda, es «un poderoso imán para el caos».
Con Prohibido leer a Lewis Carroll, la narrativa para jóvenes
de Diego Arboleda nos sorprende una vez más. El acento que hasta aquí
podíamos observar en los entornos y espacios, con los fantásticos
escenarios azules de las dos entregas de Mil millones de tuberías, y el poderoso Balneario de Melancólicos, con sus verdes jardines laberínticos, de Papeles arrugados,
ahora se pone, en mayor medida, en los personajes y sus características
especiales, donde abunda el sinsentido que divierte e invita a seguir
leyendo.
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