Con el fin de evitar la desgracia que se avecinaba en sus campos, los habitantes del lugar invocaban al viento para que trajera la lluvia, pero el viento no respondía. Una noche, la lechuza convocó a todos los animales y decidieron ir en su busca. El primero en ir fue el león, pero no lo consiguió. Tampoco la hiena ni la liebre. Desmoralizados, no sabían a quién enviar. La tortuga, el animal más lento de la llanura, se ofreció y finalmente consiguió, con paciencia y tesón, traer al viento que, a su vez, trajo la lluvia y así tuvieron una buena cosecha.
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