"Y estoy solo, en medio de una mancha que se mueve, que ruge, y oigo mi nombre, y sé que estamos en la recta final, como si fueran los cien, los doscientos metros, no los cuarenta y dos mil, codo con codo, y dejo de ver el perfil del Fiet de la leche, y estoy solo otra vez, solo, listo, hecho polvo, cuando rompo con el pecho la cinta y me caigo allí en medio". Carlos Murciano despliega en este libro ante el lector una muestra excelente de la calidad estética con que este escritor andaluz afronta el relato breve.